El tiempo desocupado de materia
trepa entre obstáculos:
tentaciones cotidianas de diversión.
En las alturas, encuentra su esencia.
Las horas se llenan de minutos, segundos.
El ser se distancia de lo ajeno.
Descubre motivos enterrados,
debate instancias autoestablecidas,
valora las inflexiones de su andar.
El desdeñoso aburrimiento,
antiguo exiliado,
forma la conciencia
aflora e individua la existencia.
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